9.24.2013

LUZ SOBRE EL POETA CIEZANO TIRSO CAMACHO

(Artículo aparecido en El Mirador el 21 de este mes de Septiembre y realizado por Pascual Gómez, miembro del Grupo La Sierpe y el Laúd)  
El grupo literario ‘La Sierpe y el Laúd’, entre otras labores literarias tiene la de informar de la existencia y obras de otros autores que, vinculados con Cieza, forman parte de la historia cultural de esta vieja ciudad. Lo hicimos hace unos meses con Sor Isabel María de Santa Ana Llamas y hoy lo hacemos con Tirso Camacho. 

La escasez de estudios biográficos sobre personajes locales difumina las figuras secundarias y solo deja iluminados en primer plano a los principales protagonistas. El pasado 24 de agosto se cumplieron 76 años de la muerte del poeta ciezano Tirso Camacho Martínez-Carrasco (1870-1937). Un hombre de vida sencilla, dedicada a los libros, a la abogacía y a ser fiel a unas ideas y, consecuentemente, a actuar siempre conforme a ellas.
Conecté con su vida y obra en primer lugar leyendo en 1998 una reseña aparecida en el libro La prensa periódica en Cieza (1870-1970), de Manuel de la Rosa González. Desde entonces me llamó la atención la trayectoria de este jurista ciezano con alma de escritor. Años después, exactamente en 2005, la revista Andelma publicaba un trabajo sobre su figura firmado por su nieto Manuel Enrique Gutiérrez Camacho.
Aunque nace circunstancialmente en Albacete, el poeta cuenta tres años de edad cuando regresa con su familia a Cieza. En la lectura de los grandes clásicos españoles descubre una incipiente vocación literaria. A los 20 años concluye sus estudios de Derecho en Madrid y publica sus primeros poemarios. Asiduo colaborador de la prensa local, no solo se contentaba con ser un notable jurista.
El que fuera miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras empezó a publicar muy joven y, tras una ajetreada vida que le llevó a fijar su residencia en Vigan (Filipinas), Madrid, Murcia, Jaén y otras ciudades españolas, murió en la capital hispalense, en donde se afincó veinticinco años antes. La pasión entre Tirso Camacho y la abogacía quedó plasmada en Esbozos forenses, una serie de sus mejores defensas jurídicas practicadas como abogado penalista en la colonia española.
Su fama empezó pronto y su obra poética atrajo y sedujo a críticos como Raúl de Castro, quien llegó a afirmar que “fue el bardo que canta la naturaleza, amores, sueños, ideales nobilísimos, poesía del alma y del corazón, pero sin que en ella se advirtiera, como en la de Ramón de Campoamor (1817-1901) y Heinrich Heine (1797-1856), la amargura filosófica de la vida”.
La poesía empieza a oírse con fuerza en títulos como El genio, Luciérnagas y sensitiva, Canto al progreso, Amor, Redención, Al pasar, A la patria, Alma del mundo, Al sol de Andalucía, A mi madre o Glorias de España. En 1908 compila sus poemas más premiados y los publica bajo el título Auras de arriba. Otra espléndida selección de poemas constituyó el voluminoso libro titulado El poema de Sevilla editado en 1921.
Su obra está muy influida por los avatares de su tiempo, siempre comprometido con las injusticias y la situación del país tras el desastre de 1898. Lo más curioso es que sus versos eran una reacción contra esa amargura trágica que, durante ese periodo, se adueñó de toda una generación. El hombre y su realidad en el mundo, la capacidad regeneradora del tiempo y el idealismo melancólico conforman la trinidad poética de Camacho.
El autor del poema A Federico Balart no quiso seguir el sendero encendido del bardo sino explorar con minuciosa atención el oscuro lirismo de su tiempo. Siempre guardó profundo cariño y gratitud a Cieza, “egregia matrona que te levantas de tu Atalaya erguida sobre las plantas, como oriental sultana que se alza apuesta bajo su altiva mole, gentil e inhiesta; salud, pueblo del alma, mansión querida”.
 

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