(Artículo publicado en El Mirador el 30 de Abril)
Un libro escrito en Cieza en el siglo XVIII no puede
serle ajeno a La Sierpe y el Laúd, por eso buceamos en su literatura a través
de las palabras de Pascual Gómez,
periodista y miembro del Grupo de Literatura, autor de este artículo.
Para
muchos lectores, entre los que me encuentro, María Pilar López (Cieza,
1917-2006) es nuestra escritora por excelencia. Todos tenemos la idea de ella
como una de las mejores autoras murcianas que tomó la poesía como la más alta
expresión de la vida. Es, sin duda y desde hace años, el referente local de la
literatura en Cieza, no solo por su obra poética sino por su personalidad.
Pocos
saben que ciento treinta y ocho años antes de que María Pilar publicara su
primer libro, ‘Tú y la huída’ (1952),
otra mujer residente en Cieza escribía su autobiografía. A Sor Isabel María de Santa Ana Llamas (Ricote, 1730-1778) se la
conoce por ser la fundadora y abadesa del monasterio de las Claras de Cieza, en
el que vivió hasta su muerte a la temprana edad de 48 años.
Llegar
a ella a través de su única obra es, cuando menos, sorprendente. Dice el
escritor Juan Manuel de Prada que literatura es contar el misterio de la vida y
de lo humano… y hacerlo bien. Si literatura es lo que dice de Prada, esta obra
lo es también. No creo que aspirara Sor Isabel María, ni mucho menos, a hacer
una prosa de alto nivel estético, pues solo pretendía hacer el relato de los
principales avatares de la existencia de la monja clarisa, una visión intimista
y cotidiana de la vida conventual.
Al
leer con detenimiento el libro de esta ciezana de adopción, “Breve resumen de la vida” (1774), vemos
la naturalidad de su estilo. En su prosa se observan la expresión del amor místico
y la renuncia a los bienes materiales: “A
Este le hago total entrega de mí misma, y de mi propia voluntad, con la que
digo, que ya muero al mundo y a todo lo criado, y que solo quiero vivir para mi
Dios y Señor; y que renuncio por su amor hasta mi misma carne y sangre,
quedando tan fuera y apartada de todo”.
Se
trata de un texto que busca identificarse casi exclusivamente con los resortes
de la sensibilidad y que, con tan estricta limitación, es capaz de atraer la
atención del lector de hoy, aun cuando éste no comparta la complicidad de su
mirada. No hay que olvidar que la literatura religiosa tenía una función
intraconventual y un carácter moralizador y docente, por lo que apenas llegó a
transcender del entorno al que iba dirigida.
Otro
de los rasgos que destacan del libro es la humildad de su autora que parece
adivinarse a través de una prosa ascético-mística por encargo de sus
confesores: “Me sirve de mucha confusión
ver lo que he escrito (…), suplico a mis confesores postrada a sus pies que si
hallan en lo dicho el menor inconveniente, quemen todo lo que escribo, y me
reprehendan por mi soberbia y el atrevimiento de escribir lo que ningún título
me pertenece”.
Con
la sensibilidad que le caracteriza y su técnica de rienda suelta hacia un
realismo muy plástico, Sor Isabel María
describe su enfermedad y muestra los efectos del dolor físico: “Todo mi padecer es de medio cuerpo abaxo,
dexándome libres los brazos, pecho y cabeza; porque la hinchazón me sube hasta
el pecho, poniéndome el estómago y vientre tan hinchado, que no me dexa cruzar
los brazos de los dolores”.
Lo
mejor, sin duda, de este libro escrito en Cieza en la segunda mitad del siglo
XVIII y publicado siete años después en Valencia por el padre Fray Miguel Gadea,
es que ofrece una valioso documento sobre todo lo que se vive de tejas para
abajo en una comunidad conventual. La autobiografía de la fundadora del
monasterio de las Claras de nuestra ciudad se convierte además en literatura
sobre una vida más allá de los límites físicos de un convento. Y es que levantó
acta de la época que le tocó vivir.
1 comentario:
Gracias a Pascual por tan interesante noticia, un abrazo.
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