3.27.2012

HOMENAJE A CHARLES DICKENS

(Este artículo ha sido publicado en El Mirador el 25/Marzo)
En el Bicentenario del nacimiento de este gran escritor, La Sierpe y el Láud le hace un homenaje a través de las palabras de MYRIAM MUÑOZ CARRIÓN, Profesora de Lengua y Literatura.

"¿Y Papá Noel también ha muerto?”. Esta pregunta la hizo una niña en 1870 al enterarse de la muerte de Charles Dickens. Pocos saben que este escritor ayudó con sus relatos a reinventar la fiesta de Navidad tal y como hoy la conocemos, devolviéndole su verdadero espíritu y recuperando tradiciones y costumbres: los viejos villancicos vuelven a escucharse, el árbol de Navidad se extiende por toda Europa y se crean las tarjetas para felicitar las fiestas. Cuando hoy practicamos algunos de estos ritos, rendimos homenaje a la fantasía de Dickens.
Esto es solo un ejemplo de la capacidad que tenían sus obras para alcanzar dimensiones extraliterarias. Dickens pretendió influir con sus escritos en la sociedad en que vivía, y lo consiguió, en mayor o menor medida. Acabó convirtiéndose en el hombre más conocido de Inglaterra, publicando sus obras por entregas en varios periódicos y revistas; todo el mundo hablaba de sus historias y de sus personajes y esperaba ansioso de una entrega a otra (llegó a mantener en vilo a todo el país con la suerte de la niña protagonista de La tienda de antigüedades, pidiéndole los lectores que no muriera al final). Su capacidad para atrapar al lector lo ayudaría en su propósito. Dickens vive en pleno utilitarismo, filosofía que justifica todo acto que redunde en la felicidad de aquellos sobre quienes se aplique, y él cree que la moraleja de su fábula puede mejorar al lector. Es un autor que escribe para entretenernos, pero también para edificarnos.
Su inquietud por mejorar el mundo a través de sus obras no cesaría nunca. Con esta finalidad creó novelas inolvidables en las que alienta su conciencia social, su compasión por los débiles y su rebeldía, y para conseguirlo utilizó su propia experiencia vital, haciendo discurrir su existencia en un doble plano: el de la literatura y el de la realidad ordinaria.
Cada acontecimiento de su vida se convirtió así en decisivo: los clásicos que lee cuando era niño (entre ellos Robinson Crusoe, Las mil y una noches, el Tom Jones de Fielding y el Quijote), comenzando con ellos su formación autodidacta; el arresto de su padre por deudas y la caída en la miseria; su trabajo con once años en una fábrica de betún, episodio que lo dejaría marcado para siempre… 
Todo esto y mucho más quedaría reflejado en sus obras: retrata a su padre en el desastrado señor Micawber de David Copperfield, y a su cuñada Mary, cuya muerte le partió el corazón, en la adorable Nell de La tienda de antigüedades; el personaje maternal suele estar ausente o representado en figuras negativas o tontas, como la señora Nickleby o la madre de David Copperfield, personaje este último que es el propio Dickens en su infancia y adolescencia, recreando los ambientes, los sentimientos y las enseñanzas de la vida cruel y miserable que padece; también aparecen con frecuencia en sus novelas los aspectos macabros, insólitos y sanguinarios conocidos en su etapa de pasante de un abogado; sin olvidar su interés por lo sobrenatural, que es plasmado en los relatos de fantasmas.
Pero el escritor no solo reflejaba su propia vida, sino también la vida que lo rodeaba, exponiendo o denunciando aspectos de la sociedad inglesa del siglo XIX y poniendo en escena una galería de personajes que representan cuanto bueno y malo existe en la naturaleza humana. Y a través de ellos conocemos los ideales y los problemas que preocupaban a Dickens: en Tiempos difíciles rechaza todo método educativo que excluya la fantasía; La pequeña Dorrit es una sátira contra la burocracia y la explotación del hombre; Nicholas Nickleby muestra la brutal disciplina de las escuelas de su época; en la inolvidable Oliver Twist refleja el funcionamiento de los hospicios y el mundo del hampa londinense, describiendo esa ciudad que tanto conocía…
Y en todas ellas subyace el escritor vital y sensible, creador de realidades visibles e invisibles, grandes y pequeñas, imaginadas y vividas.
Este año 2012 celebramos el bicentenario de su nacimiento. Y del mismo modo que lo homenajeamos, casi sin darnos cuenta, cada vez que llega la Navidad, hagámoslo leyendo alguna de sus obras, recordando algún fragmento inolvidable y, sobre todo, intentando mejorar el mundo en que vivimos.

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