Son –ellas, las musas- clásica –y un tanto metafísica- fuente de inspiración, a cuya necesidad no somos ajenos quienes nos integramos en el grupo de Literatura de la Sierpe y el Laúd, aunque hay que decir que confiamos, bastante más que en ellas, en el trabajo inspirador. A muchos artistas las musas, felizmente, “los pillaron trabajando”, dándole vueltas a una idea para dotarla de forma emocionante o sugerente, de pálpito estético; ahí entraron ellas –tantas veces sin ser llamadas (porque suele ocurrir que- deidades veleidosas en su divino ocio entretenidas, como todas- no suelen acudir cuando se las reclama) intentando aportar un poco de luz en medio de la oscuridad incierta del temblor creativo ante la página en blanco que eslumbrado y en blanco te deja, sin articular palabra o hilvanar frase alguna que permita transmitir la pulsión enfebrecida que siente el artista, el escritor , o el poeta en este caso. En el grupo de Literatura de “La Sierpe y el Laúd”, las musas (que mucho tienen que ver, desde luego, con la música del Laúd) y, más aún, el trabajo, han inspirado el buen hacer de los muchos autores que han venido publicando en nuestras colecciones.
Así que (sin ánimo de echarnos flores o derramar sobre nosotros autoadulador incienso) hay que decir que incansable trabajo inspirador ha sido siempre nuestro quehacer y nuestra meta, porque, en gran medida, las musas, a las que queremos referirnos hoy, no pasan de ser “un cuento griego”, uno más, y no de los menos inspirados, eso sí, tal y como está el panorama de la Grecia actual. Un cuento que podríamos contar brevemente así:
Según
la mitología griega (formidable y gigantesco cuento en su conjunto),nueve eran
estas “chicas” tan famosas: Calíope, musa principal, inspiradora de la poesía
épica y heroica y protectora de la elocuencia; Tepsícore, Musa protectora de la danza y protectora de este
arte; Erato, “ la adorable”, musa de la poesía romántica y protectora del amor,
a la que se representaba con una lira;
Talía, musa de la comedia y la poesía
pastoril y protectora del teatro, conocida como“ la festiva”; Urania, “ la celeste “, musa de la Astronomía
y la Filosofía; Clío, “ la que da la
fama “, musa de la Historia y de las Bellas Artes; Euterpe, “la encantadora”,
musa de la música instrumental y protectora de los intérpretes; Melpómene, “la celebrada en cantos “, musa de la tragedia
y protectora del arte lírico, que llevaba una corona de oro, empuñando una daga
y un cetro; Polimnia, musa de la memoria
y el arte mímico, protectora de los actores.
Cervantes,
príncipe de los ingenios españoles, se quejaba amargamente de las Musas en
aquellos conocidos versos que dicen “Yo
que siempre trabajo y me desvelo/ por
parecer que tengo de poeta/ la
gracia que no quiso darme el cielo” (o sea, las musas). No sé si en “La Sierpe” hemos tenido siempre con
nosotros a las Musas, pero, desde luego, como Cervantes (perdónesenos el inmodesto
atrevimiento) no hemos estado pensando en las musarañas. Lo meritorio en
este caso, y lo digo yo que soy una recién llegada al grupo como reconocimiento
a quienes llevan décadas, es haber
alcanzado metas sin ellas, sin las musas, que de cualquier modo han estado
siempre con nosotros, porque hemos sido nosotros mismos. Dios, y las musas,
ayudan a quien se ayuda... la caridad empieza por uno mismo y la inspiración no
se regala. Pero el cuento griego de las musas, a las que Homero en “La Odisea”
pedía inspiración –“Cuéntame, musa, la historia del hombre de muchos senderos, que,
después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo
tiempo“, prosperó en otras épocas, como el prerrenacimiento italiano
del Dante que en su “Divina Comedia” las invocaba –“¡Oh, musas, oh altos genios,
ayudadme!”. Sin embargo, autores como Shakespeare hicieron referencia
en sus escritos a las musas como mera anécdota, nunca como agentes, más o menos
divinos, de inspiración.
En
la época de la Ilustración, figuras relevantes de la literatura y de la cultura
en general pretendieron reinstaurar un cierto “culto a las musas” y así, una
famosa logia masónica en el París prerrevolucionario era llamada “Les Neuf
Soeurs”, las “Nueve Hermanas”, es decir, las nueve Musas, y con ella tuvieron
que ver personalidades como Voltaire, Benjamín Franklin, Danton y otros
personajes influyentes de la época.
Pues
bien, explicación metafísica, chorrada que ha superado el paso del tiempo, o simple cuento griego, las Musas, si las traducimos
en inspiración personal derivada de la vida y asociada casi siempre con
experiencial sufrimiento, han estado y están presentes en la labor del Grupo de Literatura de “La sierpe y el laúd”, en el trabajo por, con y para la
Literatura, de quienes vivimos
cotidianamente, en sociedad abierta y
nada secreta, en el seno suave y cordial
de la Sierpe, pensando que, por buenos o
malos que puedan ser los tiempos que nos toque vivir, todos son buenos tiempos
para la lírica. Es más...por
dificultades y problemas que nos echen, siempre estaríamos dispuestos a decir
aquello de que “cuanto peor...mejor”.
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