(En el verano de 1989 Gabriel Celaya fue homenajeado en Cieza, con motivo del Certamen de Teatro. Se le dio un sentido homenaje en el auditorium del Parque Municipal. Eso ocurrió 2 años antes de su muerte, por lo que fue uno de sus últimos homenajes en vida. En 1993, el Grupo de Literatura La Sierpe y el Laúd hizo una petición por escrito al Ayuntamiento de Cieza para que al auditorium del Parque Municipal, se le diera el nombre del Poeta recordando aquel acto cultural. Dicha propuesta, fue asumida por el Equipo de Gobierno de aquel Ayuntamiento presidido entonces por Francisco Marín Escribano (PSOE), y puesta en Pleno, se aprobó, con lo que desde entonces el nombre del Auditorium del Parque Municipal de Cieza lleva el nombre del Poeta GABRIEL CELAYA. Este año 2011 se celebra el Centenario del nacimiento de este poeta español).
Hace un par de años, al leer a Gabriel Celaya en mis clases de literatura con alumnos de cuarto de ESO, noté en ellos que eran capaces de entender, pero no de emocionarse con su poesía social. Este curso lo hemos leído, le hemos cantado, y nos hemos emocionado. ¿Qué ha pasado durante estos dos años para que haya resucitado una poesía otrora “obsoleta”? La respuesta podría estar en: el movimiento de los indignados.
Celaya, como otros tantos poetas comprometidos, nació y se crió en el seno de una familia acomodada. Como era propio de su condición, la poesía de sus primeros libros (Marea del silencio, Soledad cerrada) es más introspectiva, el poeta revisa sus sentimientos y no hay atisbos de la poesía de lucha por la que lo conocemos y por la que ha pasado a la historia de la literatura. En su juventud, conoció e incluso llegó a convivir con autores de la talla de Lorca, Juan Ramón Jiménez, Unamuno o Emilio Prados, junto a ellos se acercó a las vanguardias, leyó, conoció y experimentó la poesía que se escribía en su época, pero todavía no había tropezado con la piedra que le haría mirar a los otros y encontrar, de ese modo, su tono poético. La piedra que le quitó sus vestiduras de “niño bien”, le levantó la frente, le abrió los ojos a un prójimo que sufría, convirtió al ingeniero en comprometido obrero y, sobre todo, le trocó su poesía de un “yo” a un “nosotros”, no fue otra que el amor, el amor a Amparo Gastón. Amparitxu, así la llamaba él, era una joven de clase obrera, luchadora y muy comprometida; y Celaya, a pesar de estar casado y tener dos hijos, descubrió en ella a la compañera de fatigas y luchas con la que gritar y reclamar un mundo más justo. Con este giro su poesía pasó de tener una finalidad estética a tener una función social.
Celaya concibe su poesía de Cantos Iberos como el más poderoso medio para luchar contra la opresión, los abusos o la indiferencia. El título de uno de sus poemas más representativo es, además de una declaración de intenciones, una maravillosa muestra de su capacidad de síntesis: “La poesía es un arma cargada de futuro”…¿Se puede decir más en menos?. Este verso condensa su idea de poesía y su fe en que las palabras son capaces de cambiar el mundo: “Cantemos como quien respira. Hablemos de lo que cada día nos ocupa. Nada de lo humano debe quedar fuera de nuestra obra (…). La Poesía no es un fin en sí. La Poesía es un instrumento, entre otros, para transformar el mundo”
Estas palabras las escribió Celaya en 1955, y en 1977 los españoles alcanzamos la añorada democracia tras cuarenta años de dictadura, y con la democracia llegaron las libertades, y con ellas el estado de bienestar, y con él la sociedad de consumo, y con el consumo llega la indiferencia de unos ciudadanos bien adoctrinados que desde niños saben que el objetivo es comprar y que, ante la política, lo mejor es pasar. Esta educación en la obediencia es la misma que un día le intentaron inculcar a Celaya, así lo expresa en su poema “Biografía”, en el que tras enumerar las órdenes que desde niño ha recibido: “no pongas los codos en la mesa, no bebas, no fumes, no tosas, no respires…” el poeta concluye con este verso cargado de indignación “¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.” La juventud española también ha recibido una serie de órdenes que ha acatado sin protestar: no pienses, compra, invierte, confía en tus bancos, cree en tus políticos, consume, gasta, no te quejes… y un quince de mayo de este año, al igual que Celaya, han dado el No a todos los nos, y lo han gritado fuerte.
En este año 2011 se celebran los cien años del nacimiento del poeta y los veinte de su muerte. Y, aunque no hayan sido muchas las celebraciones en su honor llevadas a cabo por parte de los organismos públicos, culturales o los medios de comunicación, los ciudadanos sí han homenajeado su poesía y su figura; porque es un hermoso homenaje el que cada día se le hace en las plazas de las ciudades, es un bellísimo homenaje el que congregó a miles de ciudadanos indignados el 15 de Mayo, es el mejor de los homenajes el que en España se haya recuperado un espíritu de lucha casi perdido y que Gabriel Celaya haya sido, como él mismo anunció, parte del gran concierto…. Yo seguiré siguiendo,/yo seguiré muriendo,/seré, no sé bien cómo, parte del gran concierto.
Hace un par de años, al leer a Gabriel Celaya en mis clases de literatura con alumnos de cuarto de ESO, noté en ellos que eran capaces de entender, pero no de emocionarse con su poesía social. Este curso lo hemos leído, le hemos cantado, y nos hemos emocionado. ¿Qué ha pasado durante estos dos años para que haya resucitado una poesía otrora “obsoleta”? La respuesta podría estar en: el movimiento de los indignados.
Celaya, como otros tantos poetas comprometidos, nació y se crió en el seno de una familia acomodada. Como era propio de su condición, la poesía de sus primeros libros (Marea del silencio, Soledad cerrada) es más introspectiva, el poeta revisa sus sentimientos y no hay atisbos de la poesía de lucha por la que lo conocemos y por la que ha pasado a la historia de la literatura. En su juventud, conoció e incluso llegó a convivir con autores de la talla de Lorca, Juan Ramón Jiménez, Unamuno o Emilio Prados, junto a ellos se acercó a las vanguardias, leyó, conoció y experimentó la poesía que se escribía en su época, pero todavía no había tropezado con la piedra que le haría mirar a los otros y encontrar, de ese modo, su tono poético. La piedra que le quitó sus vestiduras de “niño bien”, le levantó la frente, le abrió los ojos a un prójimo que sufría, convirtió al ingeniero en comprometido obrero y, sobre todo, le trocó su poesía de un “yo” a un “nosotros”, no fue otra que el amor, el amor a Amparo Gastón. Amparitxu, así la llamaba él, era una joven de clase obrera, luchadora y muy comprometida; y Celaya, a pesar de estar casado y tener dos hijos, descubrió en ella a la compañera de fatigas y luchas con la que gritar y reclamar un mundo más justo. Con este giro su poesía pasó de tener una finalidad estética a tener una función social.
Celaya concibe su poesía de Cantos Iberos como el más poderoso medio para luchar contra la opresión, los abusos o la indiferencia. El título de uno de sus poemas más representativo es, además de una declaración de intenciones, una maravillosa muestra de su capacidad de síntesis: “La poesía es un arma cargada de futuro”…¿Se puede decir más en menos?. Este verso condensa su idea de poesía y su fe en que las palabras son capaces de cambiar el mundo: “Cantemos como quien respira. Hablemos de lo que cada día nos ocupa. Nada de lo humano debe quedar fuera de nuestra obra (…). La Poesía no es un fin en sí. La Poesía es un instrumento, entre otros, para transformar el mundo”
Estas palabras las escribió Celaya en 1955, y en 1977 los españoles alcanzamos la añorada democracia tras cuarenta años de dictadura, y con la democracia llegaron las libertades, y con ellas el estado de bienestar, y con él la sociedad de consumo, y con el consumo llega la indiferencia de unos ciudadanos bien adoctrinados que desde niños saben que el objetivo es comprar y que, ante la política, lo mejor es pasar. Esta educación en la obediencia es la misma que un día le intentaron inculcar a Celaya, así lo expresa en su poema “Biografía”, en el que tras enumerar las órdenes que desde niño ha recibido: “no pongas los codos en la mesa, no bebas, no fumes, no tosas, no respires…” el poeta concluye con este verso cargado de indignación “¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.” La juventud española también ha recibido una serie de órdenes que ha acatado sin protestar: no pienses, compra, invierte, confía en tus bancos, cree en tus políticos, consume, gasta, no te quejes… y un quince de mayo de este año, al igual que Celaya, han dado el No a todos los nos, y lo han gritado fuerte.
En este año 2011 se celebran los cien años del nacimiento del poeta y los veinte de su muerte. Y, aunque no hayan sido muchas las celebraciones en su honor llevadas a cabo por parte de los organismos públicos, culturales o los medios de comunicación, los ciudadanos sí han homenajeado su poesía y su figura; porque es un hermoso homenaje el que cada día se le hace en las plazas de las ciudades, es un bellísimo homenaje el que congregó a miles de ciudadanos indignados el 15 de Mayo, es el mejor de los homenajes el que en España se haya recuperado un espíritu de lucha casi perdido y que Gabriel Celaya haya sido, como él mismo anunció, parte del gran concierto…. Yo seguiré siguiendo,/yo seguiré muriendo,/seré, no sé bien cómo, parte del gran concierto.
1 comentario:
Gracias queridos amigos por tal difusión, un placer seguiros, un abrazo.
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