6.06.2011

INVENTAR PARA VIVIR

(Por Rosa Campos, miembro del Grupo de Literatura La Sierpe y el Laúd).

Ocupa el sillón que lleva la letra K en la RAE y ha recibido el Premio Cervantes a los ochenta y cinco años, es Ana María Matute, escritora que invita a ser inventores. Lo dijo con voz dulce -y escondiendo su timidez con su propia receta- cuando pronunció su discurso esta mujer anciana que cohabita inteligentemente con la niña en el mismo cuerpo y la misma mente.
La recuerdo en la primavera del 2002 cuando vino a Murcia junto a tres escritoras más para hablar de la mujer en la literatura, uno de los temas que se tocaron era el de los pocos espejos de mujeres en este oficio que la historia les deparaba para mirarse y tener unas referencias. Los hombres, sin embargo, arrasaban por mayoría en el desarrollo del campo literario.

En todos los periodos históricos, hasta hace bien poco, la sociedad ha ido marcando tiempos, responsabilidades y encasillamientos distintos para los dos géneros , con el agravante de que al femenino se le ponían demasiadas trabas cuando quería sacar los pies del tiesto, la desgraciada consecuencia resultante ha sido pertinaz: al querer compaginar el rol asignado -o apartarse de él- con el oficio de escritora se enfrentaba a una ardua labor, incluso en el último cuarto del pasado siglo.
La mujer en las letras es tan necesaria como el varón. Desde perspectivas masculinas conocemos imaginarios maravillosos, profundos, divertidos, ácidos,… Todo el colectivo lector (y por extensión todos y todo a lo que afecta) nos enriquecemos por y con sus escritos. La perspectiva femenina en literatura es igual de importante para el beneficio común. Partiendo de estas premisas me alegro de que ahora los títulos que lanza el mercado editorial arrojen una reconfortante realidad de abastecimiento desde ambos enfoques.
Ya existen numerosas biografías de mujeres literatas, A. M. Matute es poseedora de una que nos vale mucho; en este breve resumen citaré algunas de sus experiencias. Pertenecía a la burguesía catalana más pudiente, y esto es clave para entender sus inicios porque le permitió una formación que en aquellos tiempos sólo recibían unos pocos privilegiados, esto no le resta méritos a su dedicación a la palabra escrita en aquellos tiempos, ya que la mujer aun perteneciendo a una esfera social elitista solía dedicarse a asuntos para los que había sido educada: dedicación y subordinación al marido. Por lo tanto declinarse en el sentido que lo hizo supuso una innovación de estilo de vida para la España de entonces (nuestra poeta María Pilar López -1919/2006), adquiere un valor especial a la luz de estos datos, además de por sus textos). Su tartamudez le propició el rechazo de amistades del mismo sexo, sin embargo los chicos no reparaban en aquello y la aceptaron en su pandilla a cambio de que se comportara como ellos -no llorar , ni quejarse, “aunque esto era como tener una piedra en el pecho”-, dice que era como un chicazo, le gustaba subirse a los árboles. Vivir un tiempo con sus abuelos en el pueblo (Mansilla de la Sierra), supuso un periodo fértil para su salud física y anímica, aquello la puso más en contacto con las cualidades de la vida y de las gentes que sus años en Barcelona y en Madrid donde vivía en una burbuja de niña bien. El estallido de la Guerra Civil, le quitó la tartamudez y le ofreció un vivir más duro, pero a la vez más despierto y dinámico en la ciudad. Se separó de la ideología política de la clase poderosa a la que pertenecía, también de su primer marido cuando aquello no estaba bien visto, y tuvo que soportar el vivir sin su hijo durante dos años, cuenta que el día que le permitían estar con él ambos se iban a un buen restaurante, para ello había ahorrado la semana anterior, comiendo sólo pan y tomate si era necesario. Tuvo una vida dura, aunque con su segundo marido y la tutela de su hijo fue “tan feliz que eso no tiene precio”. Este devenir, nada corriente en aquellos años, la hizo sentir persona fronteriza, en tierra de nadie. Más que bruja o hada se considera hechicera, y ya se vio como escritora a los cinco años -textos de entonces y de su adolescencia con ilustraciones incluidas han sido editados- . En los años cincuenta y sesenta fue la autora más publicada de España (más que ningún autor). Ha sido tres veces candidata al Nóbel. Sus relatos suelen partir de una realidad pegada a tierra desde la que consigue adentrarse con delicadeza en el mundo de las emociones; muchos de ellos se engalanan con una fantasía poética apta para público de todas las edades.

Se declaró feliz cuando le concedieron el Cervantes, premio que sólo tres mujeres, con ella, lo han recibido. La sabiduría que otorga el saber comprender y el saber dar vuelos a la inventiva a través de la palabra escrita forma parte de lo transmitido en su obra y en su vida, desde ellas se nos anima a inventar para no dar opción a que la vida se anquilose.


Desde nuestro Grupo de La Sierpe y el Laúd, tomamos nota y seguimos caminos de inventiva y escritura, porque la vida y la literatura nos gustan.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un artículo necesario sobre una mujer extraodinaria.
Enhorabuena.

Rosa Campos Gómez dijo...

Ana María Matute nos da su percepción de la vida a través de la literatura, sabiamente. Me alegra tu comentario sobre ella.
Muchas gracias por tus palabras.